viernes, 27 de enero de 2012

Prospora



                        
"Nunca he inventado nada: no entré 
en la literatura,nací en ella, he vivido 
en un libro tumultuoso y teatral."
Hèlene Cixous





Persona sale de casa muy temprano, como siempre, antes de cruzar el umbral suspira profundamente como signo de despedida frente a lo que ese día creía saber sobre sí, asume, con resignación, que cada momento en el que uno sale al mundo deja de ser dueño de sí mismo. Pero su casa ya es un mundo, y en donde parece existir solo una persona siempre resulta que hay muchas más. Como toda la gente, la común, la no-común, la blanca, la negra, la femenina y la masculina, Persona tiene un pasatiempo, al que le dedica más horas de las que podríamos imaginar, no le da lo que le  resta, lo que le sobra de su tiempo sino que su tiempo siempre está a expensas de su hobby. Persona colecciona opiniones de otros, lo escribe todo en una pizarra mágica cuyo soporte es el cuerpo, a veces, las percibe por el olfato, en otras ocasiones son las imágenes las que le permiten obtener esas visiones, opiniones que tienen otros que son capaces de mostrarle al mundo cómo deberían ser las cosas. Cuando recolecta muchas, Persona se sienta en una banca a ver pasar el mundo, a dejar que el tiempo corra y algunas veces, se da cuenta como una gran cantidad de lo que piensan los otros, también son opiniones suyas.
Persona duerme frente a un espejo y así ha descubierto que cuando se acuesta parece un hombre solitario al que le pesa el mundo y cuyo consuelo son los sueños, pero al despertar y ver su reflejo se da cuenta que es una mujer, dulce, arrebatada y con esperanzas. Persona no es hombre ni mujer, su sexo es una acción, un performance, su masculinidad es una imposición social y su feminidad una mascarada. Ayer cuando salió temprano, la gente pensó que era un hombre, lo llamaban Claude Cahun, llevaba unas gafas grandes redondas y opacas, era un ciego autoimpuesto, un ciego que ese día se despertó con ganas de mostrar su ceguera. Hoy parece una cortesana victoriana, se ha puesto un corsé que le ajusta la cintura, reloj de arena en el que se consume el deseo, toma los labios de una amiga y algunos hombres lamentan el encuentro, mientras otros se excitan frente a ello.
Persona se fotografía todos los días con sus diferentes poses, sus vestidos, disfraces, después cuelga las fotos en una pared blanca dedicada a ello. ¿Se preguntarán quién es Persona? ¿Cuál es su identidad? Y si Persona fuese cualquiera de nosotros importa la pregunta ¿Quiénes somos?  No hay más belleza que la del maquillaje, ese invisible que juega a ser careta pero que no oculta nada, no hay velo que desvelar detrás de Persona. Él o ella, Persona, no intenta provocar ni ser espectacular, lo único que intenta es “hacer sonar”, “dejar oír” a todos esos mitos personales que la habitan. Persona tiene una identidad nómada, mudable y jamás permanente, no sabe cuál de todas o todos esos es, aunque tampoco le importa, ha entendido que su vida consiste en ser una prótesis de sí misma, máscara que entreteje una escritura que le sirve para borrar el rostro del que carece.
Persona llega muy tarde a casa, se lava la cara pero el maquillaje no se quita sólo se transforma. Ríe frente al espejo, se pone el pijama y piensa en la Persona que será mañana.    

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