El doctor no podía entrar en razón, al menos eso creía su
paciente:
- Estoy muerta, le decía, de verdad que lo estoy.
- Esto será el limbo, ya huelo feo ¿no lo nota?, le
preguntaba.
Se la llevaron a rastras, mientras ella veía como su piel
quedaba despedazada por el camino.
Ayer le presentaron a Mademoiselle X, ella no está loca ni muerta simplemente
está negada a vivir como todos los demás, con la muerte como horizonte y con
Dios como regente. Tiene sólo huesos y piel, vacía de una a otra costilla pero
con la superioridad de estar atravesada por la nada, sin falso humanismo, sin
doble moral, ella es el vacío absoluto: la muerta viviente. El doctor no sabe
qué hacer con ella, cada vez que la ve, le duele la cabeza, le recuerda lo poco
que vale la vida y lo tanto que elevamos las banalidades que nos enseña la
religión y la política, verla y escucharla es como inyectarse nihilismo en
vena.
-¡Sácame el corazón! ¿No lo entiendes? Ya no sirve, ya no
duele. Méteme un cuchillo hasta el fondo. Si quieres también el estomago,
¿Cuándo vas a mandarme a que me hagan la autopsia? No tengas miedo, ¡apúrate!
que no ves como los gusanos me comen.
Su madre lo besó en la frente, le dio un sedante, cuando
dejó por fin dejó de gritar, llegó la hora de cortarle la yugular.
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