martes, 10 de noviembre de 2009

Steve Reich en el MNCARS


Cuando tuve la grandiosa oportunidad de enterarme que Steve Reich venía a Madrid, salté de emoción pensando que sería la primera en estar ahí para verlo. Recuerdo que me lo comentó un amigo, el cual al final terminó por faltar a la ansiada cita, y con el que comparto la pasión por la música de este maestro.
Conocí la música de Reich gracias a otra de mis grandes, Anne Teresa Keersmaker, quién utiliza Piano Phase, una de las grandes piezas del maestro, para crear una perfecta coreografía minimalista de danza contemporánea. Simplemente me enamoré a primera escucha, la repetición de las notas no solamente no me aburría, como a muchos les suele pasar con el minimal, sino que me hipnotizaba, me hicé fan sin dudarlo y me dediqué a buscar todo lo que pudiera encontrar de este hombre. Keersmaker no solo fue mi iniciadora, sino mi guía para descubrir a Reich, y por supuesto a ella misma que no es para nada un descubrimiento sin importancia, así pues, conocí Come Out, Electric Counterpoint, New York Counterpoint, Four Organs, etc... No sé ni siquiera como expresar la emoción que me causa la repetición y las pequeñas rupturas en las piezas, o aquella vez donde me sentí tan fuera de mí al concentrarme en el monótono It's gonna rain, lo cierto es que su música me lleva a un estado donde todo se vuelven notas, es como si la repetición constante con esas minúsculas diferencias fueran una especie de mantra que al escucharse constantemente liberara mi mente y, por lo menos por un segundo, dejara fluir todos mis pensamientos en conflicto.
El motivo de la visita de Reich al MNCARS fue debido a la celebración de la exposición "Encuentro de Pamplona 72. Fin de fiesta del arte experimental", en donde se rememora ocho días que tuvieron lugar en 1972 y que sembraron de arte experimental la ciudad de Pamplona. El grupo Huarte (una familia industrial navarra) y una serie de artistas, capitaneados por el compositor Luis de Pablo, crearon los 'Encuentros de Pamplona' en un intento de aunar vanguardias, arte popular y fiesta. En dicho evento, se contó con la presencia de John Cage, cuya fama estaba en boga y también con un iniciado Steve Reich, aún desconocido, pero con el interes de mostrarse con lo que después sería una de sus piezas musicales clave, Drumming. Su visita fue, pues, un pretexto para rememorar aquel viejo encuentro.
El 3 de noviembre con una fila bastante considerable me encontraba formada esperando el gran momento para escuchar a Reich, interpretado por Bag on a can. El programa de no más de media hora estaba integrado por 6 piezas bastantes conocidas en su trayectoria:
Clapping Music (1972) pieza con estructura palindrómica, es decir, que es escuchada de igual manera desde el final al principio.
New York Counterpoint (1985) Con un sonido pregrabado de diez clarinetes, un solista se enfrenta a su instrumento y la música. Pieza con ambigüedad métrica.
Piano Phase (1967) Una pieza clásica que muestra el juego minimalista, el encuentro y desencuentro melódico casí imperceptible a través del juego de velocidades, aceleración y coincidencia. Aunque originalmente fue concebida para dos pianos, en esta presentación se mostró acompañada del Video Phase (2000) en donde se muestra a David Cossin, percusionista de Bang on can, en imagenes pregrabadas tocando la pieza, al mismo tiempo, en el escenario, el mismo aparece detrás de la proyección del video, tocando sobre parches MIDI que reproducen con el timbre del piano la parte que no varia de la pieza.
Music for Pieces of Wood (1973) Simple como Cappling music, cinco músicos tocando claves. Discurso metricamente complejo.
Electric Counterpoint (1987) Sin duda una de mis interpretaciones favoritas en el concierto, no sólo es impresionante la composición melódica de la pieza sino la maestría con la que fue tocada. Esta pieza fue un encargo de la Academia de Música de Brooklin para el guitarrista Pat Metheny.
Sextet(1984) Cierre magistral, pieza compleja y hecha para un ensamble de percusión y teclados. Estructurada en cinco movimientos y construidas en forma de arco.

Aunque fue un concierto corto, las piezas tocadas son un ejemplo claro de los temas que a Reich le interesan, la simplicidad musical pero a su vez la complejidad métrica del discurso, la puesta en riesgo o el enfrentamiento del solista con piezas pregrabadas, los cambios abruptos de tempo combinados con los juegos de acentuación, las tonalidades, las velocidades y, sobre todo, el camuflaje de las rupturas musicales. Habría que señalar, que todas esas maravillas que se encuentra en la música de Reich parecen no ser percibidas por todos, porque a pesar de la larga fila para entrar al recinto donde se presentaba y pese a que algunas personas quedaron fuera por la máxima ocupación del lugar, no se hizo esperar la gente que se quizó arrullar con la música de este grande, más de uno de los que estaban cerca de mí se quedaron dormidos, penosamente no resistieron los embelesos de tan siquiera la segunda pieza, eso sí, a la hora de los aplausos fueron los primeros en ponerse de pie, desde señoras de la high society presumiblemente cultas hasta los típicos jovenes snobs que quieren estar a la "onda" en los eventos artísticos de interés, no cabe duda que de este lado del mundo existe una gran mayoria que no valora por tenerlo todo tan a la mano, para mí era un sueño hecho realidad, una posibilidad única, para otros un artículo fáctico más por consumir, para después decir que se estuvo ahí, aunque no se entienda nada o aunque simplemente se ocupe el asiento para echarse una siesta por lo cansado que es aparentar.
Nadia Cortés

Sobrevivir la cotidianidad


Ruptura en la cotidianidad: Una animación proyectada sobre la pared exterior de una galería aparece frente a nuestros ojos, nos tomamos el tiempo para verla, es una chica, haciendo muecas, pensando, como si quisiera decirnos algo; reímos, continuamos caminando e imaginamos como y a quién contaremos nuestro pequeño pero alegre incidente, no dejamos de sonreír. La video proyección de nuestra anécdota es la invitación de Ruth Gómez para que nos adentremos en su último trabajo, que parte del cortometraje de Meliés “Las ilusiones fantásticas”, título que retoma para nombrar su exposición, y en donde pretende, según sus propias palabras, llevar a la categoría de fantástica cualquier tipo de ensoñación sólo por ser sentida. A través del dibujo animado digital o el plasmado sobre soporte fotográfico, comúnmente variando dentro de una gama de tonalidades rosas, y aprovechando su manejo de la cultura popular visual dada su proximidad al diseño gráfico, Ruth Gómez se vale para compartir sus propias fantasías e ilusiones, como puede verse desde su Reversible secuencia hasta su pequeña instalación con instrucciones para desaparecer, detener el tiempo o teletransportarse, titulada Máquina de maravillas. La extrapolación visual de la experiencia de un beso, Caleidoscopio, es llevada aquí a un juego de formas, velocidades, caras tantas como las de su prisma interior, muestran la intención de transformar los pequeños goces en verdaderas ilusiones. Su lenguaje visual es accesible, sobre todo a las nuevas generaciones, atrapa por ser reconocible y sentirnos identificados al tipo de imagen usada, aprovecha la posibilidad narrativa de la animación para inventar la realidad más que retratarla. De entrada, la exposición nos introduce en un espacio de ilusión ambientado por música y paisajes, Cariño 1 y 2, que pudiese parecer ingenuo por su carga fantástica, sin embargo, si se lee su trabajo desde ese panorama, se anularía la posibilidad que posee el universo de la animación a través del carácter paradójico de la ilusión, que fomenta un pensamiento y actitudes críticas. Su trabajo es personalista, refleja sus deseos pero sobretodo preocupaciones y su crítica a la sociedad que le tocó vivir, perneada de una crisis global y de un sentimiento generalizado de desencanto. ¿Por qué habría que hacer un paréntesis en nuestra vida diaria a través de la ilusión? En su anterior exposición, “Animales de compañía”, muestra la complejidad y competitividad existente en nuestras relaciones sociales, la necesidad de adhesión a un grupo como mecanismo de supervivencia y, después, mediante la metáfora del canibalismo nos introduce en la dimensión de lo interpersonal mediada por la agresividad. Su actual exposición no puede desligarse de la anterior, así como en la primera “volverse un caníbal” era forma de sobrevivir, en esta última, ilusionar es para ella una necesidad del ser humano con la que habitualmente se pueda tolerar la cotidianidad y sobrevivirla.
Nadia Cortés

martes, 3 de noviembre de 2009

La poética fenomenológica de Yves Klein



El giro copernicano que se da en la concepción de la obra artística en el arte contemporáneo es configurado en gran medida, como menciona Javier Arnaldo, por el pintor monocromo, Yves Klein. En su obra artística se hace patente una experiencia sensible de lo ilimitado en donde se concibe al hombre no como el centro del universo, sino al universo como eje de lo humano. Así pues, la ruptura dentro de la concepción de la obra de arte consiste en su separación y distancia como proyecto del yo o exploración psicológica personal, donde el resultado es una obra sin autor, o bien, autónoma, que se muestra desde sí misma, a través de la fuerza y vivacidad del color, porque para Yves Klein, la pintura es color.

La comprensión de este giro implica el acercamiento a su pintura desde las herencias, porque así se sabe con lo que rompe y, a su vez, una aproximación inevitablemente filosófica a su obra. El Círculo de Bellas Artes, ha comprendido la idea de que la pintura de Yves Klein no puede entenderse sin referencia a la pintura de sus padres, presentando una muestra inédita en España que conjuga obras de la familia y en donde, Fred Klein y Marie Raymond, no son sólo las figuras germinales de este artista sino representantes, sobre todo su madre, de los movimientos artísticos con los que él justamente pretende romper.

El debate línea/color es el punto de inflexión entre Yves Klein y su madre, encuentro teórico y desencuentro plástico. Marie Raymond apuesta por la línea que atrapa el color, su delimitación a través de la forma, como puede verse en Historia de espacio (1948), a diferencia de su hijo que en su Monocromo azul s/t(1957) presenta al color en sí mismo, su patentado IKB, azul sin límites, ni dimensiones, cuadro sin marco, experiencia de infinitud. Empero, la abstracción lírica de Raymond está inspirada en las mismas preocupaciones filosóficas que marcaran la obra de Yves, eternidad, espacio, color, vacío e infinito. Plásticamente tiene en un principio una cercanía a su padre, aunque en Judo (1950) puede verse un poco del lirismo de la madre. La herencia supone una carga y, el peso una decisión, la tarea de un heredero es deconstruir su tradición, asimilación y destrucción de la misma, como sus Pinturas de fuego (1961), ruptura evidente frente a la abstracción y el lirismo recargado de colores y líneas de su madre, él se presenta con la simpleza y profundidad del carácter energético, espiritual e inmaterial de su pintura.

El enfrentamiento de Yves Klein con la pintura de su madre, no es sino el desacuerdo con el expresionismo abstracto y la obra como huella personal, el monocromo es su posibilidad de transgresión en las estructuras convencionales del lenguaje. Yves pinturas (1954) permite adentrarnos en una idea clave del sistema pictórico que creará, un catálogo de una obra no existente, donde el mismo catálogo es la obra, tipificación de la pintura como lenguaje absoluto.

La pintura de Klein no tiene objeto, ni siquiera su temprana obsesión por el color lo sería, porque su obra es ámbito de apertura, instante, acción que abre sentido total y único, presente infinito que sobrepasa y antecede al lenguaje, el que sin duda permite el ordenamiento cósmico del universo. Su obra es una invitación performativa al vacío, al silencio estético, especie de epojé frente al color, suspensión del prejuicio de la línea, enmudecer al individuo y dejar hablar al fenómeno desde, para y hacía sí mismo, azul ilimitado, momento de trance que nos une mediante el flujo de energía y, en donde el límite entre el cuadro y el “yo” desaparece, experiencia de totalidad y unidad.

La omisión de la huella personal posibilita la comunicación cósmica con el objeto pero no a través de una intuición intelectual a la manera platónica, mediante la obtención de la forma pura del objeto, no es una abstracción, sino una aproximación a la realidad del color a través de su propia voz, de dejarlo presentarse ante nosotros, con su sensibilidad sin forma y límite, fenomenología pura.

Esponjas (1962) muestra su realismo, materialización del color, pero a su vez la necesidad de mostrar su obra sin inicio, sin final, porque el pigmento se mantiene en su pureza trascendente, siendo la pintura impronta y un trozo de tiempo eterno. Pero si la pintura es impronta entonces, el objeto se revela, como sucede en Antropometría sin título (1960). Revelación del objeto, del ser, como una apertura ontológica de la poética del espacio, posibilitada a través de la inmaterialidad de la pintura, del vacío como zona de sensibilidad pictórica material.

Así, Yves Klein frente a la herencia, rechaza la línea, la nada del pesimismo abstracto y nos invita a saltar al vacío.


Nadia Cortés