Ha amanecido, me giro en la cama y él está ahí como todos
los días. Bostezo y me acerco a darle un beso, le acaricio el cabello y
entonces me doy cuenta que no es el de siempre. Hoy su nariz no tiene la misma
forma, subo la mirada y observo cómo sus cejas han dejado de ser arqueadas,
ahora parecen dibujadas por una persona sin pulso, todas quebradas,
asimétricas, borrosas. Lo destapo suavemente y veo que su cuerpo es
tranparente. Se despierta y me dice “egun on” (“buenos días” en un idioma que
no he aprendido pero que de alguna manera es mío), me mira a los ojos y no son
más de color miel, semejan un negro profundo, tan abismal que me asusto, el
cuerpo se me levanta de la cama, queriendo huir de ahí, las mejillas se
humedecen y le digo “Siento que no te conozco”.
Entro al baño, un enorme espejo espera mi reflejo,
entonces, veo con la boca que no puedo verme, escucho desde adentro una mirada
desesperada que necesita reconocerse. Entonces llega de golpe una sensación, un
recuerdo que estremece mi cuerpo; el hombre desconocido de la habitación, aquél
con quién se supone he pasado muchas horas, se dirige a mí y dice:
“Anoche te has comido los ojos, los has tragado en un
arranque de luz, de tanto verlo todo, tanta conciencia, has querido conocer lo imposible
hasta el punto en que has consumido cualquier posibilidad desconocida, la
sorpresa de que advenga algún acontecimiento impredecible o inconcebible.
Entonces no has podido más, estabas agotada, devastada, gritabas en silencio
mientras apretabas con desesperación las orbitas oculares, necesitabas parar de
ver, detenerte, pero la luz venía de adentro, decías, musitabas que no podías
más, te quemaba, entonces te clavaste las uñas y los arrancaste sin piedad. No
pude hacer nada, cuando quise acercarme a ti, te los comiste sin ningún
remordimiento o asco. Dejaste de pelear y entonces te dormiste”
El silencio gano su lugar, estaba de pie, apenas pudiendo
vislumbrar algo, me di cuenta que su nariz no era diferente sino que mi vista
no era la misma, hay una ceguera en mí y entonces nada es claro, todo parecen
exposiciones, habría que crear el sentido de lo que veo, nada está ya hecho, nada
tiene nombre, sólo hay zonas, contornos, ninguna cosa es conocida desde la luz,
necesita la oscuridad para poder dar forma. Intento llorar pero aún estoy seca,
quemada, consumida, tus manos se posan sobre mis cuencos vacios, estamos cerca,
siento como respiras, reconozco un olor pero no quiero quedármelo y entonces
necesito tocarte, dibujo con los dedos ese cuerpo invisible: habría que dejar
de conocerte para amarte.