-¿Ha hecho ya la declaración?
-No señorita, ya le dije que no tengo nada que declarar
-¿Cómo no va tener nada que declarar? Eso es imposible. A ver, ¿la de hacienda ya la tiene hecha?
-No, mire… ¿Mariana?, ese es su nombre ¿no?- decía el hombre mientras leía el gafete de la chica que lo atendía- Yo he venido porque un señor tocó mi puerta ayer y me dijo que tenía que presentarme en esta oficina con el carácter de “deudor sospechoso”. Supuse que esto pasaría algún día pero no pensé que sería tan pronto.
-Señor, no le entiendo y la cola es inmensa, así que vámonos aclarando. Dígame por favor su número de identidad.
-No lo sé.
-¿Cómo no lo va a saber? Pufff, bueno ¿Cuál es su nombre? para que lo busque en el sistema.
-¿Mi nombre?
-Sí, su nombre. Señor, por favor, no podemos estar aquí toda la mañana.
-Perdone señorita es que yo estoy tan confundido como usted. Quiere que le diga ¿cómo me llamaba mi madre? O ¿la forma en la que me nombraban en la universidad? O ¿quizá la firma con la que escribo?
-Mire, lo que me interesa es el nombre con el que se identifica ante la Ley.
-Es que no sé cómo me identifico ante la Ley porque hasta ahora no me habían mandado a llamar. No sé quién soy para ella ni mucho menos si me nombra. Yo creo que me ha llamado para rendir cuentas, seré sólo el individuo 1347965, no considero necesario que subestime su sabiduría creyendo que no sabe quién soy. La ley siempre nos mantiene en su regazo.
-Muy bien, individuo no sé qué número me ha dicho, no tengo tiempo para sus alucinaciones así que le pido que se retire de la fila. En todo caso, aquí le entrego una hoja de declaración. Como debería saber en la parte superior tiene que rellenar la hoja con sus datos y en el espacio en blanco lo que tenga que declarar: salario, posesiones, cotización de la jubilación, seguro social, etc… Que tenga buena tarde, ahora le pido me permita atender a la siguiente persona.
Con su gabardina marrón agujereada de tanto humo, el hombre se retiró de la fila, cabizbajo, sujetando la hoja con el puño cerrado. Salió de la oficina y caminó con paso
cansado hacía un parque que se encontraba cerca. De pronto el miedo interrumpió su camino como un encuentro fortuito que lo hizo buscar una banca donde sentarse. En el espacio en blanco empezó a escribir sin pausas, sin puntos, sin ley:
“he detenido el paso porque me he asustado con la sombra de otro individuo no soy más que un pobre miedoso que se asusta de las sombras de otros como de la mía propia seguramente me asusta la idea de mi carencia y el pensamiento de que un día vendrán a cobrarme lo que he tomado prestado sin saberlo porque uno vive siempre en un no-saber no tengo nada que declarar porque en general no hay algo que tenga si es que la posesión significa algo permanente qué identidad por declarar si la única evidencia segura de mi existencia ha sido ser sin más existir simplemente y el nombre nunca llegaba a ser suficiente para denotar cualquier identidad nada permanece y ha llegado el día donde puedo tocar con la punta del dedo índice el límite de la ley el día de la única declaración posible día del juicio final en donde uno declara que ha tomado prestada una vida que nunca ha sido suya deudor de un tiempo que no estará en ninguna parte en ninguna memoria la única declaración posible para los cuerpos nuestra propia muerte esto es lo único que puedo declarar voy a morir y vivo la muerte cada día cuando sobreviene la noche atardecer que esconde la oscuridad como el ocaso de la vida guarda la muerte”
El otoño ha entrado hoy y el último rayo de sol iluminó en una banca la única declaración posible.
me ah gustado mucho. me recuerda a mien mis inicios de escribir, tu lo has reflejado tan sutilmente que me vi en aquel enrede de números, en aquel porvernir incierto de luces de neon que tildan en medio del oceano a mitad de la noche. este sentir que fluye aconsecuencia solo del cuerpo, lo demás es historia, cuentos, bozetos, ensayos.. nada equivale a uno mismo.
ResponderEliminarGracias por leerme y me alegra mucho que te haya gustado.
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