miércoles, 2 de marzo de 2011





He ido a un lugar al que no tenía que ir,  recordé que tienes nombre y que tú boca es como un hielo que adormece mi lengua.
Tiene tiempo que no te apareces en sueños, ni  te subes al carrusel de mi cabeza, puede ser que aquél grito que no oíste te tragara de pronto hasta el fondo de la tierra.
Toda desaparición es aparente, el instante nunca se cumple y es la repetición su condición.
Por eso te transmutas en otros ojos, negros como el abismo, donde ya no se ve nada, quedando sólo la espeses del aire.
Ese hálito que sostiene las vidas sin esperanzas, solitarias y cansadas del trote interminable...
Un espejo empañado me recuerda que aún estás en mi garganta.

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